Dijo Manuel Azaña: ‘Si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar’. Paseo la cita entre mis vecinos y, dejando la República a un lado, están completamente de acuerdo. Les sitúo. Me encuentro en la plaza del Mesoncico de Cehegín (Murcia, España), rodeado por más de una veintena de balconadas que hermosean el casco histórico del pueblo.

Sigo paseando con la cita de Azaña en la cabeza. La tengo en la punta de la lengua, y cuando estoy a punto de repetirla a mi tocayo que llega a las puertas de su negocio, de repente, compruebo que el sueño del político republicano es posible en Cehegín, ya que el silencio nos invade. Eso sí, con la excepción de que nadie, en ningún lugar del mundo, habla sólo y exclusivamente de lo que sabe. Y menos en España, Azaña.

Saludo afectuosamente al mesonero, y me percato, iluso de mí, de que Cehegín es un exponente de lo que denomino el turismo del silencio.

La actual oferta creciente de establecimientos de calidad en las zonas rurales es un hecho. En los últimos años, se ha creado una nueva orientación turística ligada a este tipo de establecimientos que están siendo unos auténticos revolucionarios del turismo de interior. Además, esta clase de alojamientos no agudiza los desequilibrios y problemas que provoca el turismo de costa, promueve la calidad de los productos y la autenticidad en los platos tradicionales.

Pienso en ello con claridad, mientras disfruto de los paisajes de estas tierras de interior rodeadas de hermosos montes, acompañado del chicharreo de estas largas tardes de verano que tienen su belleza desde esta atalaya que es Cehegín ‘apretado racimo de cal pura’ como cantaba el recordado hijo de este pueblo, Lorenzo Fernández Carranza.

Continúo mi recorrido por el corazón del pueblo, captando el silencio en la arquitectura, tan muda esta mañana. ¡Qué terapia, el silencio! Ensimismado, y casi sin querer, me decido a entrar esta vez en El Mesoncico y pido el que, para mí, es el mejor resumen del legado culinario: un plato de Rin Ran con una copa de uno de los magníficos vinos de los que disfrutamos en la Denominación de Origen Bullas. La televisión está encendida, aunque nadie parece prestarle atención. Los temas, son conocidos por todos: la crisis, el paro, la gripe, la subida de impuestos, las escuchas telefónicas, la ocupación turística –ilustrada por las playas de Benidorm–…Y ahí me detengo.

En ti me quedo, Benidorm. Por un instante, me desplazo, parafraseando al poeta Ángel González, a un punto situado a diez centímetros de mí mismo, de prisa, muy de prisa, en un abrir y cerrar de ojos, que me permite estar en este instante en Cehegín y Benidorm al mismo tiempo. Desequilibrio, congestión y ruido, mucho ruido, frente a un modelo que se define por el equilibrio, la naturaleza y el silencio. Benidorm y Cehegín, cara a cara. Sol y playa frente al turismo rural. De gustibus non est disputandum. Realizo este viaje instantáneo a pesar de que en televisión una periodista extremadamente atractiva analiza –es un decir– la última victoria del Madrí.

‘Vuelve en ti, Paco, que parece que la televisión te ha absorbido el cerebro’ –me espeta el mesonero–. ‘Pensaba…pensaba en Benidorm y sus 400.000 habitantes estivales’ –acierto a decir lánguidamente–. ‘¡Ésos son otros López!’ –concluye mi tocayo, dando por terminada la conversación–. Me quedo en silencio, y recuerdo unas palabras de Miles Davis: ‘El silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de todos los ruidos’. Entonces, salgo a la calle y continúo deleitándome con un lujo que algunos no aciertan a ver.

Francisco Carreño Sandoval es secretario de Murcia Rural, la Federación de Asociaciones de Turismo Rural de la Región de Murcia, y profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Murcia (España).

Publicado por Francisco Carreño en El Expreso