Entrada extraída del blog Achopijo de Yayo Delgado (La opinión de Murcia)


Hace un par de semanas que se movía por Twitter la ruta de la tapa ceheginera, el mismo tiempo que me llevaba rondando el plan perfecto para un domingo murciano en familia y amigos. Cehegín tiene algo especial, algo que se puede encontrar en otros muchos lugares de la Región, pero que allí se respira de una forma única, concentrada. Aquí y allá, siempre hay un amiguete de Cehegín, y por eso hemos podido vivir allí el carnaval, días de verano, de toros, y de fiestas patronales con recuerdos imborrables de buen rollo por todas partes. Se lo ganan a pulso los cehegineros. Quizás sea por esa ubicación exquisita, en el corazón del Noroeste, o por su casco antiguo en preciosas cuestas destartaladas, que parecen no tener sentido, sólo hasta que se admiran desde cientos de esquinas perdidas; lo que tiene Cehegín grande es alma de Murcia, que engancha con familiaridad a los que la visitamos desde el valle del Segura.


“Orgullosos de ser murcianos”, rezaba la pizarra de las tapas y platos de cuchara del día en La Bodeguica, recuperado restaurante de tradición ceheginera donde terminamos nuestra improvisada ruta de la tapa, excusa perfecta para hacer una excursión y volver a Cehegín. Desde la Plaza Alfaro, donde hace años pataleaban los chavales cuando salían los malos en las películas de cine que allí se proyectaban al aire libre, brindando con unos quintos helados, al primer sol del primaverano murciano y unas empanadillas fritas caseras de las de cerrar los ojos para masticarlas, Cehegín te atrapa, entre tejas, balcones, rejas y luz clara de esa Murcia exclusiva.


Los alpargateros deshilaban esparto en el mercadillo, y en el puesto de embutidos, los niños aceptaban de buena gana dos trozos de salchicha seca entre sonrisas y carantoñas. La taberna El Barras, donde los lugareños nos citan a probar, fuera de la algarabía de la señalada ruta de la tapa, las patatas asadas con ajo casero, empezó nuestro trasiego, fuera del tiempo, disfrutando un domingo en manos de Cehegín. El viejo Casino, también recientemente remodelado, y su coqueto salón de baile en el que no cuesta imaginar a los jóvenes trajeados disfrutando del carnaval con vistas al valle, lanzan la ruta de este año en las tabernas de siempre, que nos acogieron con la sencillez y armonía que hacen de Cehegín ese sitio especial en la Región. Para terminar, tras el remate de la Bodeguica, café y copa en La Taza, un sitio robado de New York y colocado en la Plaza del Alpargatero, para que Cehegín te siga sorprendiendo, una vez más, en la más personal y única clave murciana, de ayer, de hoy y de mañana. ¿Te has escapado a Cehegín? Vale.